CULIACÁN.- Un grupo de veterinarios se encaramó el martes por la mañana a pesadas cajas metálicas para cargarlas una a una en una flota de semirremolques. Entre el cargamento: tigres, monos, jaguares, elefantes y leones. Son los más recientes desplazados por la violencia que asola la ciudad de Culiacán, en el noroeste de México.
Durante años, mascotas exóticas requisadas a miembros de los cárteles y animales procedentes de circos han vivido en un pequeño refugio a las afueras de la capital de Sinaloa. Sin embargo, la violencia desencadenada desde septiembre del año pasado dejó a los responsables del Santuario Ostok en medio de los ataques, las amenazas de muerte y el corte de los suministros esenciales para mantener a sus 700 animales.
Por eso, esta organización privada decidió actuar. Se marcha de Culiacán, llevándose a los animales hacia el sur del estado con la esperanza de alejarse de la violencia. Pero los combates se han extendido tanto en la región que muchos temen que acaben volviendo a alcanzarles.
Nunca habíamos llegado a esos niveles de violencia”, afirmó Ernesto Zazueta, presidente del Santuario Ostok. “Estamos muy preocupados por el futuro de los animales que llegan aquí para tener una mejor vida”.




Zazueta dijo que su salida de la ciudad es otra señal de hasta qué punto la guerra se ha infiltrado en todos los aspectos de la vida cotidiana.
Cuando comenzó el acomodo de los animales en los camiones, lo más importante era tranquilizarlos. Unos cuidadores intentaban calmar unos felinos. Otro daba zanahorias a un elefante mientras susurraba: “Voy a estar contigo. Nadie te va a hacer nada”.
Veterinarios y animales enfilaron por la autopista hasta la ciudad costera de Mazatlán, en el sur del estado, donde tenían previsto liberar a todos los ejemplares en una reserva natural.
El traslado se produjo tras meses de planificación y adiestramiento de los animales. Fue una medida desesperada porque el santuario quedó en medio del fuego cruzado.
Durante los periodos de mayor violencia, el personal del santuario escuchan el eco de los disparos, los acelerones de los vehículos, el ensordecedor sobrevuelo de los helicópteros, algo que, según dicen, asusta a los animales.
Otras veces, los enfrentamientos impiden que los trabajadores lleguen al lugar y algunos animales han pasado días sin comer. Muchos han empezado a perder pelo y al menos dos han muerto debido a la situación, afirmó Zazueta. Para complicar las cosas, cada vez un mayor número de los animales rescatados son antiguas mascotas de narcotraficantes abandonadas en zonas rurales del estado. En un caso, se descubrió un tigre de Bengala encadenado en una plaza, atrapado en medio de una balacera.