HOUSTON.- Aquellos que gustan de crear teorías sobre conspiraciones alenígenas estaban felicidades a finales de la semana pasada, luego que el radiotelescopio sudafricano MeerKAT, una red de 64 antenas de 13,5 metros de diámetro, logró registrar por primera vez una señal de radio asociada a 3I/ATLAS, el tercer objeto interestelar detectado en nuestro Sistema Solar.

Incluso, algunos aseguran que el astrofísico de Harvard Avi Loeb, insinuó que 3I/ATLAS es en realidad una sonda alenígena que viene a realizar labores de reconocimiento a nuestro sistema solar.

Pero pronto llegó la desilusión: lo que se detectó en realidad es absorsión de señales de radio que surge cuando las moléculas de agua se descomponen por la luz solar, un proceso completamente natural y característico de los cometas. En otras palabras, todos los cometas tienen esas “señales de radio”.

Esta detección representa un avance importante en la comprensión del objeto: si 3I/ATLAS fuera una nave espacial metálica, como algunos han sugerido, los telescopios no detectarían estas moléculas.

Y luego de numerosos estudios utilizando telescopios de todo el mundo, ha quedado claro que no es ninguna nave, sonda u objeto artificial, 3I/ATLAS es simplemente un cometa.

Cierto, es un cometa diferente. Al margen de las hipótesis más extravagantes, lo cierto es que el 3I/ATLAS presenta características extraordinarias, pues, se estima que podría tener más de 7 mil millones de años, lo que lo convertiría en el objeto más antiguo jamás observado en nuestro sistema solar. Es entonces más viejo que nuestro Sol.

La teoría hasta ahora más válida es que en realidad 3I/ATLAS no está de visita en nuestro Sistema Solar, sino que no lo topamos en el viaje incansable que que el Sol y sus planetas hacen alrededor del centro de la Vía Láctea. En otras palabras, nuestros caminos se cruzaron.

¡Pero es apenas el tercero que vemos!”, dicen algunos que no quieren aceptar esta teoría, aunque en realidad sólo es el tercero que hemos podido registrar, muchos miles de objetos seguramente pasaron por nuestro Sistema Solar cuando la humanidad ni siquiera existía o no tenía la suciente tecnología para saberlo.